A veces, la vida me rebasa.

Mariana Mariana
4 min readFeb 24, 2020

--

Cuidar.

Cuidar de un peluche que nos acompañe en las noches para que no tengamos miedo; ahí llega la codependencia. Cuidar de una muñeca en su carriola para que desde pequeñas entendamos que estamos destinadas a ser madres a como de lugar; ahí llegan las maternidades forzadas.

Nos enseñaron a cuidar. Tenemos que cuidar y cuidar y cuidar. Pero dejar que otros nos “cuiden” y nos mantengan económicamente porque pues no podemos solas.

¿Y emocionalmente? Ni hablar, ni nosotras podemos, no hay oportunidad para eso. No estamos para llorar porque no hay cabida para mujeres hormonales o débiles. Tenemos que callar, hasta explotar porque no vaya ser que te digan que estás “en tus días”, que hasta de eso tenemos culpa, hasta de menstruar. Tenemos que también, ser centros de rehabilitación de hombres que no se hacen cargo de sus emociones, cuidar de sus demonios, de su ira, soportar los golpes en las paredes y en nosotras; soportar las heridas, los feminicidios. Y esos (los feminicidios), nos los merecemos si no vamos acorde a la moral de la sociedad. Nos miden con una regla muy estricta que si no cumplimos los parámetros establecidos, nos merecemos todo lo que nos pase. Que si por salir de noche o por andar con minifalda.

Cuidar de los demás; que la comida esté hecha, la ropa lavada y la casa limpia. Hay que quedarnos en casa para hacer aceptable lo que nos pase, y ni así. Aunque nos pase en nuestra casa, como le pasó a Ingrid. Y también eso, resulta ser nuestra culpa. Siempre es nuestra culpa, nosotras nos buscamos que nos maten, por histéricas, por celosas, por locas.

Nos crían para cuidar, pero no para cuidarnos de un mundo que no nos cuida a nosotras. Crecemos pasando de pareja en pareja como las locas que imaginamos una violencia que nos destruye entre sufrirla en carne propia y en soportar la revictimización de: estás ahí por qué quieres”.

Es difícil cuando el inicio de la violencia es tan invisible como la violencia normalizada, de broma en broma, violencia psicológica, le llaman. Que si no aguantas, es que no aguantas nada, qué delicada. Violencia psicológica, repito, de esa que se mete en tu cerebro como un virus de esos de película, que te hace creer que no eres suficiente y nadie te va a querer como él, que nadie daría lo mismo por ti que él, que tanto te ha prometido el cielo y las estrellas. Es muy fácil hablar y señalar a quien no puede dejar a quien tanto “ama”, y es que eso nos enseñan desde pequeñas también, que el amor lo puede todo. La violencia psicológica, de nuevo, invisible, normalizada, es por la que nos responsabilizan porque no se ve, sólo se siente y vaya que se siente. Esa, la que vivimos desde casa y ya estamos acostumbradas desde pequeñas. Esa es la primera que nos tenemos que aguantar, porque sino, de nuevo: qué delicada, no aguantas nada. No hay por donde irnos, siempre es nuestra culpa y eso es lo que me rebasa, ya no sé para dónde hacerme.

Nosotras, somos las que procreamos, somos las que damos vida y somos a las que más matan, por el hecho de ser nosotras, mujeres. Estoy cansada de que empaticen más con un saco de células, que con el cuerpo de una mujer entera con sueños y metas. Que nos obliguen a parir por haber empatizado más con ese saco de células, que aceptar nuestra honestidad y libertad de decir: No puedo criar a este futuro bebé. Pero es que no nos quieren libres, nos quieren calladitas y cooperando.

Nos enseñan a crecer sin autonomía, nos enseñan a creernos que no somos libres y que la libertad le pertenece al hombre hasta para salir a divertirse, la libertad es propia del macho, del que se acuesta con la mujer que quiera y hay de ti si se lo señalas, porque andas de loca y celosa, ¿qué no entiendes? Todas le pertenecen y ni se te ocurra decir nada.

La vida me rebasa por tanta violencia en los medios, en las redes, en las áreas de trabajo y en las casas. Me rebasa por ver tantas Isabeles, Fátimas e Ingrids y no ver a la gente y, a la sociedad indignada. Siguen culpando a quien no tiene la culpa por haber sido asesinada o violada, y eso me rebasa. Yo no puedo con eso y hay veces que me quiero desconectar de todo y no saber nada. Ser feminista es amoroso y lo más hermoso que me ha pasado, pero a la vez es muy difícil, porque vas en contra de todo lo establecido, abriendo paso y camino a nuevos senderos que nos lleven a donde queramos.

Ya no puedo con su misoginia, ya no puedo con su machismo y ya no puedo con su indiferencia. Ya estoy harta, cansada y sólo quiero llorar, ser vulnerable y abrazar lo que tengo para seguir con esta lucha que parece nunca terminar.

--

--

Mariana Mariana

Norteña norteada, aquí desahogo lo que no puedo hablar en voz alta.