Detalles que hacen la diferencia.

Mariana Mariana
6 min readFeb 22, 2022

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Pensamientos que tengo en mi cabeza, y que sólo me dan vuelta.

Me he puesto a reflexionar distintos temas que tocan dentro de la serie de Euphoria, una serie original de HBO que tiene a medio mundo con el deseo de que sea domingo para ver un episodio más. Y verdaderamente no les contaré nada en concreto con respecto a la trama de dicha serie, para no poner spoilers, sólo hablaré de dos personajes, que en lo personal, son un reflejo que alcanzo a ver en mi pasado. Quisiera aprovechar la oportunidad para decirles que la vean y luego podemos hablar al respecto de toda la serie.

Cover Oficial de la Serie Euphoria con Zendaya quien personifica a Rue.

El último episodio me ha dejado pensando mucho acerca de cómo queremos castigar a toda costa a las malas personas y/o a las personas que cometen malas acciones. Y como por medio de la exposición o humillación pública conseguimos un poco de satisfacción, aunque sea pasajera. Siempre he tenido un conflicto con esto, pero creo que yo misma voy descubriendo las formas más seguras y útiles para contar mi historia a mis tiempos y formas.

Hay dos personajes con los que he sentido un poco de familiaridad desde el inicio de la serie, debido a que son un reflejo de lo que experimenté hace unos años en una relación de pareja.

Los personajes con los que identifico a las versiones de mi pasado, son Maddy y Nate; ellos dos, mantienen una relación con violencia tanto física, como psicológica, verbal, y me atrevería a decir que hasta sexual.

Nate es un hombre reprimido en muchos aspectos, donde la mayoría del tiempo logra tener una máscara que hace parecer que no pasa nada y todo está en orden, cuando no lo es así. A la más mínima provocación se encierra y estalla en ataques de ira que ni él puede controlar.

Maddy y Nate en la 1era Temporada de Euphoria, HBO Max.

La dinámica entre ellos dos, sobre todo en Nate, me recuerda mucho a la anterior relación de pareja que tuve.

Una dinámica en la que un hombre hiper masculinizado con tintes de galán — y hasta “derecho humanista”, en mi caso — , sumamente popular y agradable, donde todxs quieren tener algún tipo de relación con él por ser popular y excelente en lo que hace. Este tipo de hombre que logran ‘accesorizar’ a las mujeres con las que se rodean; mujeres inteligentes, siempre delgadas/atléticas, bonitas, con cuerpos hegemónicamente aceptables, un estilo de vestimenta peculiar y gustos peculiares, seguras de sí mismas. Para poco a poco acabar con eso y comenzar a dejarlas sin elementos para defenderse.

Son hombres que se centran tanto en hacer que sus parejas y sus amistades los adulen y los pongan en un pedestal, ya que pues, les caen muy bien a todxs, y con cada chica que se relacionan, más van consiguiendo esa validación que ese tipo de hombre necesita con un modelo de mujer que se adapta a lo que ellos quieran.

Lo que me sucedió a mí, le sucede a muchísimas más mujeres de lo que esperaríamos, más de lo que nos imaginamos.

Al inicio, violencias inofensivas, son ‘detalles’ que escalan a violencias más fuertes.

Y eso más que nada, se genera a raíz de una necesidad — casi insaciable — , que tenemos las mujeres culturalmente, por obtener la aprobación masculina; ya sea del padre, del hermano, del amigo, del novio. Por lo que muchos ‘detalles’ o violencias, suelen pasar desapercibidas y se ejercen como monedas de cambio para obtener esa “aprobación” que tanto “necesitamos”, y que ellos saben que necesitamos.

En el caso de Nate Jacobs, él elige la ropa que usarán sus parejas, él decide en dónde se quedan a dormir, él decide cómo se deben de comportar y cómo se debe de ver a una mujer a su lado.

En mi caso, para poner un ejemplo de las cosas que sucedían, pasó con mis gustos e intereses, por ejemplo con los libros o la lectura, no eran los mismos hábitos e intereses que él y siempre quería modificarlos, etc., para cumplir con ese molde que él tenía en su cabeza; ‘motivándome’ — si a eso se le puede llamar motivación — a través de la desacreditación, de la humillación en pláticas durante reuniones entre amigos, haciendo comentarios acerca de mí y el tema que quería desacreditar.

Si yo no lo hacía, él, de cualquier modo buscaba a chicas con sus mismos gustos por la lectura y utilizaba esos mecanismos para seducirlas a ellas y me contaba todo a mí, para mantenerme en un estado constante de alerta de “me voy a ir si no te aplicas, soy bien inteligente e intelectual y todas se mueren por mí”. Básicamente cuando él podía, me restregaba en la cara con quienes se acostaba y qué libros se intercambiaban, que historias románticas había en esos intercambios.

Fueron cosas que me hicieron perder la cabeza porque yo nunca estuve de acuerdo con eso, y llegó una temporada que me dediqué a competir y ser cruel con otras mujeres, constantemente me comparaba y desde un afán de ser mejor, me desgastaba para gustarle más a él.

Siempre me dolió, siempre sentía que un día me iba a dejar. Ese delirio de persecución es de las cosas que menos extraño de aquel pasado, y sigue manifestándose de vez en cuando y me da mucha impotencia. Esa inseguridad de que están haciendo algo a mis espaldas, esa desconfianza en todxs, es un fantasma que nunca se va, se desvanece poquito, pero siempre regresa.

Sí, para algunxs, estas pueden ser cosas insignificantes, que con la manipulación “correcta”, — por decirlo de alguna manera — , causan una serie de inseguridades que dan pie a otros tipos de violencia y es cuando se empieza a generar lo que se conoce como ciclo de violencia de género, y que se conecta muchísimo con la idea romántica de tener tu otra mitad a como de lugar.

Ahora que por fin estoy en una relación sana y más madura en muchos sentidos; en donde puedo expresarme y ser yo en toda la extensión de la palabra, donde se me recuerda constantemente que ya no estoy allá, y es ese otro pequeño detalle que hace la diferencia, que hace lo contrario a los otros detalles que parecían insignificantes pero no lo fueron, lo que me ayuda a jalarme más a mi presente, y es por eso que lo digo de nuevo, las redes de apoyo nutren, abrazan.

Es por eso que en temas de depresión, no siempre se empieza yendo a terapia, se empieza por verbalizar cómo te sientes con alguien en quien tú confíes, porque sí, cuando alguien te ha traicionado, es difícil confiar en extraños (como un terapeuta) y sumándole el tabú que es la salud mental en nuestra sociedad, pues es importante estar en espacios en donde se validen las emociones que lleguemos a sentir.

Yo llegué a pensar que nadie me iba a querer por estar así de loca, por ser tan histérica, por desconfiar en todxs. Pero me di cuenta que “eso” no soy yo, y a esas acciones se le llaman: “mecanismos de defensa”, mecanismos que desarrollamos cuando no tenemos tantas herramientas emocionales para gestionar lo que estamos viviendo, es normal y eso no te definirá nunca.

Al contar poco a poco lo que pasa por mi mente, me ayuda a reconocer que esto es un proceso que no tiene fecha de caducidad y que tampoco son las carreras de la sanación, ni las olimpiadas de la opresión. Son una serie de vivencias que se acumulan y que llega el día en el que no sabes qué hacer.

La sanación llega cuando tiene que llegar, para que podamos pasar esos conocimientos, esos saberes y esas lecciones aprendidas con un poco de compasión y de amor por una misma a otrxs.

Volviendo con Maddy, realmente ella me inspira mucho y siento que muchas mujeres se pueden ver también reflejadas en ella, porque a diferencia de mi experiencia, ella logra ver — a tiempo — lo que su tiempo y cariño valen hacia con lxs demás, ella reconoce que le ha dado su cariño y ha estado para él, bajo esta idea romántica de “el amor lo puede todo” pero también con un poco de malicia y suspicacia que tiene el mismo personaje de Maddy.

Yo batallé mucho para ver eso, para ver que lo que yo aporté a lxs demás con lxs que he cortado amistad o relación.

Gracias por llegar hasta acá, gracias por leerme. Espero pronto poder compartir más cosas para darle más claridad a mi mente.

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Mariana Mariana
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Written by Mariana Mariana

Norteña norteada, aquí desahogo lo que no puedo hablar en voz alta.