El fanatismo deportivo, como un flotador de esperanza contra un mundo caótico.

Mariana Mariana
7 min readMar 7, 2022

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La experiencia de vivir el fanatismo de un equipo deportivo es algo muy bonito, claro, siempre y cuando no se lleve a los extremos. Desde la reunión con las amistades, la familia y/o la pareja, hacen de los días un poco más llevaderos, ir a donde puedas depositar esa esperanza que tal vez, con todo lo que pasa alrededor, no logramos encontrar, una forma distinta de sacar tantas emociones que no podemos sacar en el día a día, aunque sea “sólo un deporte”, es un sentimiento que con pocas cosas lo consigues.

Yo, por muchos años viví pegada al famoso “Rey de los Deportes”, cuando aún era una universitaria que tenía el tiempo para poder ver los juegos de tres horas o hasta más, seguir las transacciones de los jugadores, las estadísticas, y demás cosas que unx hace cuando es seguidor de un equipo o de un deporte.

Cuando comenzó mi gusto e interés por el Béisbol, yo tenía 20 años y me juntaba con muchos amigos que les gustaba/jugaban béisbol, ya que en mi familia jamás fueron aficionados a ningún deporte, por lo que el “heredar” la camiseta no era algo que se viera en mi casa. Y una de las cosas que me llamó muchísimo la atención fueron las aficiones de cada uno de los equipos que forman parte de la MLB — liga que seguía frecuentemente — , sobre todo, porque allá en EEUU, lo consideran con mucho cariño como “el deporte de América”, y pues la verdad el haber vivido mi experiencia allá, en estadios americanos, fue algo que me encantó ver y sentir, esa energía y pasión que ves en los fanáticos/seguidores de los equipos, me parecieron con una esencia única. Y para explorar esa fascinación, como siempre, las palabras me hacen libre, inicié un blog donde únicamente hablaba de eso: https://undiamanteperfecto.blogspot.com/, un espacio que diseñé para mí, para depositar los conocimientos y el amor que fui adquiriendo de ese bello deporte.

Es de lo más bonito, ver tantas familias ahí, en ese ambiente verdaderamente sano; desde unx niñx con su abuelx que le enseña las distintas jugadas o la historia, o con sus padres/madres, amigxs, e incluso con desconocidos — que es muy común — casi que abrazar al de enseguida cuando tu equipo anota algún punto, o simplemente la emoción de comprarte la nueva versión de tal jersey.

Algo en los fanáticos de cada uno de los equipos que reconocí en las Grandes Ligas, era que se forjan distintas personalidades, acorde a la energía del equipo — y de las estrategias de mercadotecnia que éste lleve a cabo — , y que van con el contexto de la ciudad, la historia del equipo, su desempeño a lo largo del tiempo y/o la estrategia deportiva con la que arman los equipos.

Una especie de sentido de pertenencia que en ningún lugar puedes encontrar, donde literal te une un sentimiento con muchas personas más, y que además, es único.

La primera vez que fui a un estadio de Grandes Ligas, fue al Fenway Park, que desde mi afición por los Red Sox y el conocer su contexto e historia, había querido ir a conocer.

Fue muy lindo ver a tantas familias, amigos, amigas, parejas, con sus jerseys y sus gorras, las porras y todo lo que rodea una tarde de Béisbol, me emocionó tanto que lloré de la emoción, era casi increíble verme ahí con mis papás (que ni aficionados al deporte son, pero siempre me siguen en mis ocurrencias).

México: un país fanático, intenso y pambolero de corazón

Lo anterior, fue para poner en contexto mi sentir con respecto a esta tragedia, que afectó a miles de personas que corrieron peligro dentro de un recinto donde se realizó una persecución terrible en contra de fanáticos inocentes.

Porque sí, en México, el contexto es un poco distinto, pero no muy alejado de eso que platiqué en EEUU. Porque México, más allá de ser un país beisbolero (que sí lo somos, pero no taaaanto), es un país más bien “pambolero”, aficionado al balónpie, y la forma que ese deporte une a cientos o miles de familias, es muy fuerte y única, también.

Y sí, como en todo espacio entre hombres heterosexuales cisgénero promedio, y al estar dentro de una sociedad machista, pues sí, suele ser pesado ver las diversas caras violentas y misóginas del fanatismo deportivo, sobre todo en el fútbol, y sumándole todo lo demás que sale a relucir muchas, acciones terribles que adolecen a esta sociedad rodeada de una misoginia y una narco cultura patriarcal; la misoginia y su relación con que “lo femenino”, es inferior a lo masculino; es por eso que no nos extraña el famoso: “P*TO”, que gritaban en los estadios, y que hace muy poco lo vetaron para que la afición dejara de hacer alusión a que lo distinto a la masculinidad, es inferior. Y la narco cultura, relacionada desde la venta de drogas en los recintos deportivos, y también la brutalidad con la que asesinan, desde el crimen organizado, a miles de personas de éste país.

Pero definitivamente, eso no es todo lo que se vive, están lxs niñxs y lxs adolescentes y jóvenes que sueñan ser como su jugador favorito, que también les apasiona jugarlo con sus amistades en la colonia, están las familias que por generaciones han adoptado una playera como parte de su vida, como parte de su historia familiar.

Y yo lo único que puedo pensar de lo de Querétaro, es en mis amigxs que son aficionados a ese deporte (sin importar cual equipo), que siguen a su equipo favorito a todos lados, que están ahí, haciendo comunidad con otras personas, con ese cariño incondicional para distraerse y/o pasar un buen rato.

Imagen: El Universal

Son personas que NO merecían estar en una masacre, porque eso fue lo que sucedió, nadie merece una masacre de esa índole.

Tenemos derecho a pasarla bien, y a olvidar un poco lo que pasa alrededor.

Una masacre que se vio traducida en una tortura colectiva realizada por un grupo extremista de “fanáticos” — Barra del Querétaro— contra otro — aficionados del Atlas en general — ; que incluía a familias, niños, abuelos, jóvenes, padres y madres de familia, no sólo fueron desencuentros con sus famosas “Barras”, llenas de personajes fanáticos que más que sumar a la afición, restan.

Una tortura colectiva, de esas que se viven en nuestro país, así en lo oscurito, a diario, por esta narco-violencia brutal, pero que no vemos en los medios de comunicación — aunque hasta hoy niegan los muertos de tal enfrentamiento —, de esas que a diario muchísimas personas viven al haber tanta impunidad en un país que no reconoce muertos, porque los prefiere desaparecer.

Nuestro contexto está rodeado de una narco-cultura rapaz y hostil, que ha llegado hasta las esferas más altas de todas las corporaciones, incluidas a los equipos y las mismas porras oficiales de estos equipos; otorgándoles apoyos económicos que incentivan a que sigan yendo, pero también, por otro lado están los grupos criminales que están codo a codo con funcionarios públicos y dueños de equipos deportivos y cómo entre ellos se conocen y permiten una serie de situaciones que ponen en riesgo a cientos de familias y a la sociedad en general.

Una narco-cultura que sí está teniendo estragos peligrosos y preocupantes en una sociedad que tiene completamente normalizada esa violencia, que no muchos habíamos visto tan gráficamente, pero que tampoco se había presentado de forma tan masiva.

Tenemos a los 17 acribillados de Michoacán, que con un vídeo no fue suficiente para el presidente para declarar su muerte y para hacer una persecución con los responsables, porque claro, sin cuerpos no hay muertos.

No puede ser posible que ya nos acribillen en la calle sin que haya represalias, y la gota que derramó el vaso fue en Querétaro.

Mi corazón no puede con todo esto y lo quiero sacar, quiero que esto se quede en la memoria de lxs que leamos esto y, desde otras trincheras, busquemos responder con la no violencia, sin romantizar las diferencias y los desencuentros que podamos tener como personas que disienten, no tenemos que estar todxs de acuerdo, pero sí tenemos derecho a que respeten la integridad física.

Respondamos desde la conciliación, desde el amor, desde la humildad. Reconozcamos que las realidades que se viven en cada cuerpo son distintas y que no podemos tampoco, criminalizar a personas acorde a sus contextos o sus espacios de esparcimiento, como lo es un gusto o fanatismo por un deporte.

No podemos seguir etiquetando a personas por sus contextos o intereses. La empatía es algo que no podemos seguir haciendo a un lado.

Les abrazo, y espero que nunca olvidemos esa tarde triste del 5 de marzo, porque no podemos repetir esto. Si el gobierno no nos cuida, nos queda hacer comunidad y protegernos desde la no violencia.

Gracias por llegar hasta acá, gracias por leerme.

Hasta la próxima ocasión en que mi corazón quiera volver a escupir más palabras.

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Mariana Mariana

Norteña norteada, aquí desahogo lo que no puedo hablar en voz alta.