¿Qué? ¿Ya se acabó el 2020?

Mariana Mariana
8 min readJan 5, 2021

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Sí, hoy es 4 de enero de 2021.

Esa es la respuesta racional que le encuentro a mi cabeza para ubicarme en el tiempo y en el espacio que habito. Es algo complicado, debido a que para mí, el 2020, fue un año demasiado monótono, sí, fuerte de emociones con todo lo que se vino por la pandemia, pero monótono; estar en casa, hacer el café por las mañanas, leer, escuchar podcasts, ver maratones de distintas series con Juan, mi novio. Luego, nos pasamos a películas, más series, otras series que me gustaban a mí pero a Juan no. Un ir y venir.

Y a la vez, recuerdo las mañanas de marzo de 2020 — cuando comenzó lo del encierro por el COVID19 acá en México— como si fueran algo lejano, como si hubieran pasado hace años. Despertarme con una angustia, un terror, justo a las 5 AM de la madrugada, todas las mañanas, llorando, sacando ese miedo que me carcomía todo mi ser, pero que nadie se diera cuenta. ¿Por qué lloro tanto? me preguntaba. Si tengo salud, tengo empleo, tengo casa, tengo unas gatas hermosas que me dan amor cada que lo necesito y tengo a mi lado a un compañero que me entiende, me abraza y me escucha, tengo a mis padres y a mi hermano que me aman. ¿Qué más quiero?, me repetía constantemente.

Luego me di cuenta de que no se trata de querer algo o de tener más cosas/dinero. Se trata de entender cómo funcionas, qué carencias emocionales o que cargas estás arrastrando y desde hace cuanto. Eso es lo que carcome, eso es lo que incrementa la ansiedad, el no resolver temas pasados o programaciones que no nos funcionan, o por otro lado, tu cerebro no genera los neurotransmisores que necesitas para tener una salud mental plena, y también eso está bien... pero hay que diagnosticarse y ver por dónde va el problema, o la raíz del problema. Eso fue para mí, la terapia.

Les contaré mi historia del 2020 sólo porque quiero dejar como precedente de que viví en depresión estos últimos años de mi vida, y yo no sabía que eso era estar deprimida.

Todo comenzó un 13 de noviembre de 2019, que reconocí que necesitaba ayuda de alguien más, después de haber experimentado ciertos pensamientos que me preocupaban, de esos que te dicen que tienes que acabar con tu vida, de esos que te dicen que la solución está en morir. Todas las mañanas tomaba carretera camino al trabajo que tenía antes. Salía a las 7AM y lloraba mares por que no quería ir, no era lo que yo quería, constantemente salían pensamientos, cuando recorría la carretera, de que diera un volantazo y así se acabaría todo… una ocasión me asusté tanto que me tuve que orillar, lloré desesperada y ahí fue que decidí tomar terapia Psicológica. Sin pensarlo, le hablé a mi psicóloga y agendé una cita.

Todo fue marchando como debía, bien, paso a paso, uno a la vez. Reviví momentos de mi niñez, momentos dolorosos, encontré el sentido a muchas cosas, y por otro lado me horroricé por otras y que no podía creer. Comencé un proceso muy difícil, pero de los mejores que he tenido en mi vida.

Llegó marzo/abril de 2020, cuando suspendí la terapia, ya que me bajaron un poco el sueldo por la situación actual, y obvio ya no me iba a alcanzar, y a la vez sentía que “ya estaba bien”, que todo “estaba bajo control”, pero también, fue una jugarreta de mi cerebro porque la última sesión que había tenido con mi Psicóloga, me había dicho que tenía que ir con un Psiquiatra a evaluarme para ver si tenía alguna enfermedad mental. Me paralicé, y sólo me decía: ¿qué?, ¿cómo?, ¿tú? ¿con enfermedad mental? NO, claro que no. Ni al caso, pensé.

Utilicé el primer pretexto (el dinero) para suspender la terapia y después, llegaron esos llantos aún más fuertes, comencé a experimentar Bruxismo (rechinar los dientes); me levantaba con dolor de mandíbula. Todas las mañanas con pensamientos fatales; que si mis papás sobrevivirían a la pandemia, que si yo me moriría, que si mis a amigas o compañerxs les pasaría algo, todo era en torno a la muerte. Todo era caos y todo era pensar en un mañana terrorífico que no sabía si llegaría, vivía en escenarios inexistentes, sólo esperando a que llegara el dolor cercano.

Me metí a nuevos hobbies, para decrementar los niveles de ansiedad; comencé a practicar algo que siempre había querido aprender: Hula Hoop, eso fue en enero de 2020, y durante esos días dolorosos, me ayudaba a escapar de mi mente y del espacio que habitaba, comencé a ver cambios en mi cuerpo, como iba tonificándose y como volví a equilibrar mi peso corporal. Luego, me fui introduciendo poco a poco al mundo de señora de las plantas y de decoración, me ponía a ver vídeos y leer reseñas de distintos tipos de plantas, cómo se cuidan, qué ecosistema necesitan y de más cosas que me fui empapando, de 4 plantas pasé a casi 40 y otras tantas se me murieron de tanto amor que les di (y agua). Pero esa ansiedad se iba por tiempos prolongados, pero regresaba por más hobbies que agarrara, me alcanzaba cada vez más y más.

El dolor cercano llegó de una forma inesperada, el 18 de julio de 2020. Mi abuela murió, y como dicen por ahí… se fue cuando tenía que irse, pero aún así el dolor fue demasiado, que desarrollé de nuevo una depresión, dejé de comer, comencé a experimentar ataques de pánico más fuertes, lloraba más, con sólo escuchar una canción, con sólo ver una escena triste en una serie, todo era motivo para que el llanto de manifestara y no dejara de salir.

Los ataques de pánico siguieron en aumento. Una vez, quise salir corriendo de mi casa llorando y temblando, quedándome sin aire. Ahí supe que las cosas no estaban bien, y es que además de todo eso, traía memorias del pasado que seguían presentes, tenía pesadillas con sucesos muy específicos de mi vida, y a la vez, mi mente se encontraba haciéndole un lugar a otras memorias que ahora tenían sentido y que yo había repasado poco a poco en terapia.

De un momento a otro comprendí a la Mariana del pasado, esa Mariana insegura, celosa, controladora, enojada. Enojada; porque había sido lastimada y no sabía cómo actuar ante ese dolor, cansada; de no encontrar a alguien (amigas/os o pareja) que le correspondieran con todo ese amor que ella daba sin pedir nada a cambio, más que respeto y un trato digno.

Me perdoné, respiré, me di una oportunidad de sentir todo ese dolor y tener compasión por primera vez de mí misma. Abrazar mi oscuridad para poder pasarla a la luz y trascenderla. Fue ahí cuando hablé con mis papás, lo enfrenté y les dije que aunque sé que lo tengo todo para subsistir en esta vida, simplemente NO puedo con todo, y NO quiero poder con todo yo sola, y necesito que alguien me ayude, alguien más, y que ese alguien sepa de esas voces que tanto me decían que ya me muriera, que para qué seguía con esta vida.

Todo esto lo comparto, porque sé que la vida no es fácil, pero si es bien fácil minimizar el dolor propio, más que el ajeno. Y eso es lo que más lastima, minimizarnos, minimizar esa angustia, esa sensación de desolación, de que no hay alguien a tu lado, cuando si lo hay, pero muchas veces no lo puedes ver. Se llama depresión y puede ser ocasionada por una enfermedad o una situación fuerte en tu vida.

Escuché por fin a mi Psicóloga, hice mi cita con una Psiquiatra recomendada por unas de mis amigas más cercanas y decidí hacer una cita con ella, y a la vez otra con mi Psicóloga. Le quité los ceros y los signos de pesos a todo ese proceso que tanto me ha costado solventar económicamente, y comencé a verlo como una apuesta a tener una vida más consciente y más generosa conmigo misma, sin juzgarme, entendiendo que estoy sanando y que todas las culpas que cargué en mi pasado se fueran de mi mente.

Lo más importante de todo, es que me perdoné por haber sido esa loca, celosa, insegura, gritona, berrinchuda, iracunda, controladora que fui en el pasado, esa Mariana agresiva que siempre estuvo a la defensiva.

Todas esas palabras dentro de mi cabeza eran lo que yo pensaba de mí, todas esas palabras me las repetía una y otra vez, porque algún día me las repitieron hasta el cansancio otras personas que formaron parte de mi pasado.

Lo único que me queda por decirte, es que estoy orgullosa de verme desde otra mirada, de voltear a ese pasado que aún duele, pero que sin duda cada día duele menos. Por fin tuve mi diagnóstico, yo tenía lidiando toda mi vida con Trastorno de Déficit de Atención (TDA) y en algún punto de la vida desarrollé el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG), de ahí comprendí tantas cosas de mi pasado. Por primera vez me abracé y comencé con mi medicamento recetado por la Psiquiatra, y así le di la bienvenida al Alprazolam y a la Fluoxetina a mi vida.

Por fin me encuentro con la dosis perfecta del medicamento, a la hora adecuada y al pie de la letra. Conocer la lucidez de esa forma me cambió la vida, y en definitiva me gustó ver esta versión de Mariana, más tranquila, más pausada, más ella.

Aunque fueron casi dos meses de sufrir los síntomas adversos del medicamento, valió la pena. La ansiedad incrementó con la Fluoxetina; me daban mareos, migrañas, lloraba más de lo normal, y por otro lado mi cuerpo estaba dormido con el Alprazolam (o Tafil), me quedaba dormida en las mañanas, y durante ese mes y medio de estar cambiando la dosis de horario, incrementando, decrementando. Dejé todos los vicios durante dos meses, conocí la sobriedad de una forma muy abrupta pero me gustó, me gustó conocerme sin esas ataduras que aunque no lo creamos, nos persiguen. Que si un cigarro, que si su cerveza por la tarde, un sotol por allá con las amigas, etc. me di cuenta que tomaba todos los días, no hasta ponerme borracha, pero tomaba, fumaba mucho de repente y sólo quería estar acostada. Ya ni el Hula Hoop me gustaba.

Y reconocer todo eso, llegar a ese punto, me hizo reafirmar de que no me cansaré de repetirme hasta el cansancio que soy sobreviviente de violencia sexual y psicológica, y que poco a poco voy recuperando el amor a mi cuerpo — por que lo odiaba — , mi seguridad y el dolor se disipa muy despacio, pero ahí va. Y todo esto fue gracias a que me di una oportunidad de hacer las cosas distintas, de apostarle a las personas que están ahí dispuestas a ayudar, con los estudios necesarios, a apoyar a personas como tú y como yo. Las y los terapeutas, las y los Doctores profesionales de la salud.

Y lo único que puedo decirte es que definitivamente, ir a terapia me está salvando la vida.

No estás sola, no estás solo, jamás lo vas a estar con tantas personas en este mundo. Pide ayuda si la necesitas, empieza poco a poco con las personas de confianza. Una “simple” depresión puede acabar con tu vida si escuchas las voces equivocadas. Yo decidí ignorarlas y preguntarle a alguien más si eso era normal. No lo es, te abrazo y deseo que el 2020 haya sido igual de transformador para ti también y que ese año, nos recuerde de lo que estamos hechos y para donde vamos.

Les abrazo y agradezco que me hayan leído hasta este punto.

Les deseo un 2021 lleno de amor propio y del bonito.

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Mariana Mariana

Norteña norteada, aquí desahogo lo que no puedo hablar en voz alta.